Tras la lamentable X-Men 3: The last stand, no tenía demasiadas esperanzas puestas en esta precuela. Sobre todo prescindiendo de todos los actores con cierto caché de episodios anteriores como Ian McKellen (Magneto), Patrick Stewart (Charles Xavier) o Hale Berry (Tormenta). Una licencia que vende y una reducción de presupuesto parecían los ingredientes idóneos para el enésimo truñaco. Nada más lejos de la realidad, X-Men: First class es una buena película de superhéroes.
X-Men: First class nos relata el origen de la patrulla X y las raíces del antagonismo entre Charles Xavier (James McAvoy) y Erik (Michael Fassbender). Con eso ya me tenían prácticamente ganado porque es una de las etapas del cómic que más me interesan. Desde la perspectiva de Magneto, que asume gran parte del protagonismo, experimentamos las heridas de una reciente Segunda Guerra Mundial, los coletazos del nazismo y el paralelismo con los florecientes mutantes: "la raza superior".
Si se va con una mente abierta, a First class se le perdonan las innumerables licencias que se toman los guionistas. Obviando la estupidez que implicaría comentarlas todas, hay que reconocer que algunas añaden una chispa a la trama, como la participación de los mutantes en la crisis de los misiles cubanos. Siempre me ha parecido una tontería criticar las adaptaciones que introducen variaciones con respecto a la obra original. X-Men #1 fue publicado en 1963, hay una necesidad de adaptar la historia a la actualidad para llegar al gran público.
No temo equivocarme afirmando que el renovado reparto hace un gran trabajo, quizás sea porque esperaba más bien poco de ellos. Destacan sobre todo Xavier y Erik, los cuales protagonizan las secuencias más épicas de todo el metraje. El dramatismo que aporta el Holocausto y su relación con el fenómeno mutante ofrece el caldo de cultivo perfecto para que el mensaje llegue al espectador. Ah, se me olvidaba, quizás os encontréis con algún cameo especial.
Incluso teniendo un fondo que invita a la reflexión, es una película sencilla y digerible. La intensidad de la historia y las secuencias de acción hacen que sus 132 minutos de duración se pasen sin darnos cuenta. Aquí hay que hacer un apunte obligado, los efectos especiales han perdido enteros, se notan los recortes. No soy un sibarita al respecto, pero en algunos momentos no llegan ni a mediocres.
Lo dicho, a X-Men: First class le perdono sus pequeños detalles sin ningún problema. No abundan las películas por las que merezca la pena dejarse unos euros en la entrada y en esta ocasión no me he arrepentido en absoluto. En cartelera no hay ahora mismo una película de acción mejor que esta, recomendada.